Si bien los aires acondicionados suponen también una carga extra para el planeta, si tienes ya uno instalado en casa, no te quedará más remedio que encenderlo. Sin embargo, como tantas veces nos sucede en el trabajo, el uso prolongado puede causar molestias respiratorias. Pero si sigues estos consejos, ¡podrás ponerlo sin ningún riesgo!
Los cambios de temperatura son los responsables de los resfriados en verano y en invierno. Y es que cuando no son las calefacciones a pleno rendimiento, son los aires acondicionados. Así, nos pasamos la vida con el pañuelo en la mano y con los peques en casa acatarrados.
El truco para estos meses asfixiantes está en que la temperatura se mantenga sin cambios bruscos. Lo ideal es alrededor de los 25º o con una diferencia con el exterior que no supere los 12º. Mientras puedas tenerla así en casa de manera natural, como bajando las persianas o abriendo las ventanas al completo solo a primera hora para ventilar, evita encenderlo. A medida que vaya subiendo, conéctalo para que la temperatura descienda de nuevo de forma gradual.
Este dato quizás nunca se te había pasado por la cabeza, pero poner una velocidad muy alta en el ventilador también hará más mal que bien. Con la velocidad moderada, la corriente de aire será suave, mientras que la máxima potencia resecará el ambiente en exceso e irritará las vías respiratorias, pudiendo afectar a la garganta.
Los aires acondicionados son lugares excelentes para acumular polvo y todo tipo de gérmenes. Si en casa hay alguien con alergias, como la de los ácaros, la combinación del aire frío con todos estos bichos será una fórmula perfecta para que al día siguiente se levanten malos. Para que no pase, limpia el filtro con regularidad, pero por si acaso, consulta el manual de instrucciones de tu dispositivo.
En función de la zona en la que vivas, puede que el calor se vea acompañado de un clima húmedo o seco. Los aires acondicionados tienden a resecar el aire en el interior, pero si fuera hay humedad, basta con dejar que el espacio se vuelva a aclimatar. Si, por el contrario, el ambiente ya es seco de por sí, prueba a incluir en casa humidificadores, que también te resultarán útiles el resto del año.
Levantarse por las mañanas ya con calor no es nada agradable, pero tampoco lo es para tus peques que inmediatamente pongas el aire frío en marcha. Si os levantáis pronto, la temperatura no será aún extrema, por lo que debes abrir todas las ventanas y dejar que la casa se ventile. No solo la refrescarás, sino que dejarás salir los gérmenes que se hayan acumulado. Cuando caiga la noche y desciendan los termómetros otra vez, vuelve a hacer lo mismo. Así aprovecharás el aire natural y reducirás el consumo energético.
El aire acondicionado no debería estar en todas las habitaciones, o por lo menos tendrías que dejar algunas a temperatura ambiente. Estar siempre funcionando va a terminar por debilitar el sistema inmune de todos en casa, lo que facilitará que también os pongáis malos. Para ello, conéctalo solo en las horas de más calor y cierra bien las ventanas para mantener el fresco en el interior de la vivienda.
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